Las tensiones internas de Aldo Macor
Juan Calzadilla

La autenticidad del modelo
Mario Manieri Elia

Siempre el Eco Renacentista
Helena Sassone

Energía: Los Mundos de Aldo Macor
Peter Soehlke

La Efusividad Escultórica de Aldo Macor
Perán Erminy

 

LAS TENSIONES INTERNAS DE ALDO MACOR

Juan Calzadilla

(Escritor venezolano y crítico de arte afiliado a la Asociación Internacional de Críticos de Arte –AICA–).

Entre los escultores figurativos que se han dado a conocer en los últimos años en Caracas, Aldo Macor ofrece, a la vista de quienes solicitan de un escultor igual dosis de rigor y oficio, un interés particular.

Ante todo, Macor es un artista de excelente formación que poseía buena experiencia retratística antes de consagrarse enteramente a la elaboración de obras autónomas relacionadas temáticamente con el mundo animal y con actitudes humanas.

Su aprendizaje lo hizo formalmente, primero, en Roma y, luego, en Caracas, tras instalarse en esta ciudad en 1955. Macor vino así a continuar una tradición de escultores italianos asentados en nuestro país que se remonta a Jorge Gori, Daini y José Pizzo, todos ellos, como Macor mismo, poseedores de una sólida base técnica y, además, escultores figurativos.

Lo que, sin embargo, diferencia a Macor de sus predecesores es cierta concepción vitalista que está dirigida en su obra a revelar lo que es esencialmente orgánico e inherente al movimiento que deriva de las tensiones internas de la masa escultórica.

Se trata, así pues, en su caso, no de captar exteriormente la forma de un cuerpo dado, cuya presencia se impone, sino de expresar a través de la materia una fuerza elemental e instintiva que pugna por liberarse y que de hecho es aprehendida en la forma fija donde se materializa.

Macor se ha consagrado tenazmente a representar las leyes que gobiernan el movimiento de los cuerpos animales y ha encontrado en esta experiencia un goce, una libertad y una fuente de conocimientos que le han permitido luego plantearse problemas de mayor magnitud, como lo son las obras monumentales que ha diseñado y resuelto o que ha comenzado a resolver.

Una de estas obras constituye una proyección, a escala, de la imagen de un Toro derribado en su ímpetu, obra fundida en bronce para un parque de Puerto Ordaz. Pero también se ha enfrentado, no sin superar toda clase de escrúpulos y dudas, a soluciones que implicaban un más complejo despliegue técnico y considerar la forma integrada al espacio y en relación con su desarrollo monumental, a escala.

Así es como modeló y llevé al bronce el grupo La Paternidad, un poderoso desnudo que seguramente es una de las obras de mayor formato, si no la mayor, que se han vaciado en fundiciones de Venezuela.

Después de esto, Macor ha trabajado en un monumento a Cristóbal Colón cuya simbología se aparta de la interpretación convencional para dar a la forma humana un tratamiento visual que corresponde, no a una representación naturalista, sino a una interpretación universal de la idea del descubrimiento.

Macor es un escultor en progreso, a despecho de que durante algún tiempo, viviendo en Venezuela, se vio precisado a dejar su arte. La obra que exhibe en pequeño formato, es muestra fehaciente y embrionaria de lo que él mismo ha desarrollado en esculturas de mayor tamaño o que su trabajo actual presiente para un futuro inmediato.

Inconforme y exigente, sin duda Macor ha allanado gran parte de los inmensos obstáculos que le son propios a un oficio tan difícil como el de escultor.

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LA AUTENTICIDAD DEL MODELO (fragmento)

Mario Manieri Elia
(Intelectual italiano y Titular de la Cátedra de la Historia de la Arquitectura en la Universidad de Roma. Miembro del Consejo Nacional del Ministero delle Belle Arti de Italia).

(...) El éxito que Aldo Macor obtiene no tiene nada que ver, ciertamente, con maniobras de escuelas, con operaciones de mercado o con concesiones cautivantes (que puede que a veces existan). Sino que deriva, creo –y si esto es cierto puede crecer–, de la absoluta disponibilidad con la cual este escultor que ha hecho preceder siempre, en la vida, la atención a las palabras, l'etat d'attente (Valéry) a la definición, continúa incansablemente planteándose interrogantes, que son los más simples pero esenciales antes que los más sofisticados e intelectuales.

Y esto según una curiosidad humana aún capaz de sorprenderse de sus propios entusiasmos. Una curiosidad por el prójimo, con su historia secreta, que la mano, pronta y veloz, no tiene dificultad en fijar, con frescura.

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SIEMPRE EL ECO RENACENTISTA

Helena Sassone
(La poetisa española Helena Sassone es columnista y crítica literaria y artística afiliada a la Asociación Internacional de Críticos de Arte –AICA–).

Pasamos con indiferencia frente a las formas cotidianas, acostumbrados ojos y tacto a esos volúmenes vivientes que nos roban el espacio o, como mínimo, lo comparten. Y sin embargo un volumen es el otro, es el yo, es la casa que habitamos, el mundo civilizado, el del consumo, es una suma de volúmenes inertes, más o menos necesarios, pero con belleza pensada para atraer.

Los seres de la naturaleza poseen su belleza espontánea, sus formas recónditas o su externidad atrayente y el ojo suele dejarla pasar porque lo muy visto se desgasta. El artista plástico, nuevo artífice, rehace lo hecho, imitativamente o mediante un acto de interpretación, aunque, para mí, lo imitativo o el arte reflejo no deja de ser también, si es arte, interpretativo.

Todas estas reflexiones surgen a propósito de colocarme nuevamente ante la obra del escultor Aldo Macor. De ver reunidas sus estatuillas, siempre diferenciadas de todo cuanto se haga neo-académico o neo-expresionista más bien, por la fuerza que el mirar detecta no solo en el contexto de la expresión en observación distanciada, sino en cada parte de la anatomía, así sea un potrillo, en el cual hasta la ternura es vigorosa, o el hombre vibrante de La Paternidad, escultura adánica cuyo canto de vida siempre fue postergado en aras de maternidades.

Este es un modo de innovar, buscar novedad en los temas de siempre, es interpretarlos en formas reconocibles, gozosas al mirar y susceptibles de ser apresadas como formas de la naturaleza que manos apasionadas, sí, pero racionalistas, han querido rescatar.

Estamos hastiados del cuerpo de caballo, no queremos toros que parezcan toros y, en vez de una escultura del cuerpo femenino, preferimos cualquier forma ovoidal; pero hoy día sabemos que los snobistas le hicieron mucho daño al arte.

Aldo Macor es un firme representante de la cultura de Occidente y, sobre todo, de la sensibilidad latina. El Renacimiento dejó una huella indeleble en todos aquellos que del Humanismo hicieron acto de fe. Se es de un estilo sin importar la época: yo afirmaría que Macor es un hombre contemporáneo con los ojos vueltos hacia el arte de los siglos XV y XVI: es un mirar que lleva todo el condicionamiento de la contemporaneidad.

Y esto se demuestra a través de una de sus últimas esculturas, una obra que, dedicada a Cristóbal Colón con motivo de la llegada del hombre europeo al continente americano, encierra la idea del hombre universal: Cristóbal Colón desnudo, triunfante, con los puños apretados de la ira constructiva; una desnudez que simboliza la soledad del hombre y su fuerza natural, y también, dentro del mundo del arte, el culto por el cuerpo del mundo grecolatino, la belleza anatómica desde Praxíteles hasta Bernini.

Admiremos así la autenticidad de este artista, cuyas esculturas, sobre todo, tienen vivas las sensaciones.

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ENERGÍA: LOS MUNDOS DE ALDO MACOR

Peter Soehlke
(Escritor y crítico literario y artístico franco-alemán, fue Profesor de Literatura Latinoamericana en la Universidad Simón Bolívar de Caracas. Afiliado a la Asociación Internacional de Críticos de Arte –AICA–).

El escultor capitalino Aldo Macor, que nos somete hoy una muestra importante de su producción, es un artista de amplia trayectoria que ha optado por dejar madurar su obra antes de darse a conocer al público. Él es no sólo un consumado maestro del retrato, sino que descuella en la escultura animalística y, en fecha reciente, ha incursionado resueltamente en el campo de la estatuaria monumental.

Frente a la criatura, lo que le interesa captar a Macor es esta animalidad noble, salvaje y depurada, que se yergue y triunfa por sí misma, no en su relación al hombre. El caballo no lleva jinete y el toro no es el de la fiesta brava. El hombre surge tan sólo en un intento de arrear, someter o tumbar al animal indómito, que es el protagonista real. El artista plasma para nosotros el Equus y el Taurus por antonomasia.

Entre los prietos bronces patinados que predominan y cobran vida gracias a los reflejos del chiaroscuro que les confiere el modelado, refulgen –centelleantes– unas piezas plateadas, dialéctica de la luminosidad con la magia de la nobleza.

El bronce es la técnica preferida de Macor por cuanto lo considera el material de mayor jerarquía, cuya tecnología muy poco ha evolucionado desde los tiempos de Fidias y Praxíteles, hará casi tres milenios.

Es obvio que estamos frente a un dibujante de singular destreza, pero más aún, ante un artista de acabado oficio, que sigue a su obra paso a paso, desde el yeso a través de cada una de las delicadas etapas del proceso de fundición, con un rigor y un conocimiento técnico poco comunes.

Solo así se explica la maestría del ritmo en la expresión del movimiento, el vigor y la dinámica generados por el relieve del modelado y el dominio del matiz en el acabado del bronce.

Sólo así, este combate de caballos llega a parecerse a un ballet (Lucha), este ataque taurino a detenerse, avalancha congelada de movimiento virtual (Embestida), y esta despavorida huida –¿pánico o anhelo de libertad?– a cristalizarse en estallido ascendente (Estampida).

El esfuerzo de Macor por desarrollar una estatuaria a escala monumental destinada a un ambiente paisajístico denota la ambición y amplitud de su visión, a la vez que constituye una proeza técnica.

Se trata de un tríptico, integrado por la poderosa mole de un toro segado en pleno arranque y una mujer sentada con los brazos tornados alrededor de las piernas dobladas, encarnación de una sensualidad recogida, sosegada (la India Guri).

Pero del conjunto, la obra en la que más cariño y expectativa ha vertido el artista, es sin duda La Paternidad, triunfante himno a la vida del hombre que levanta al niño a todo lo alto de sus brazos. La novedosa reformulación del tópico no lo niega, sino que afirma tan sólo su complementariedad. Posee esta escultura un tamaño que habrá de causar asombro a la fuerza y bien podría tratarse de un estreno para Venezuela.

Pero importa también recordar que la monumentalidad no surge de la dimensión ni de la temática tan sólo: surge más bien de una tensión proyectada, de un ritmo y de proporciones propias, características inherentes todas a las tres esculturas evocadas, de modo que nos es ya factible prever el efecto producido una vez que estén instaladas en el parque de Puerto Ordaz al que se las destina.

Con su proyectado Homenaje a Cristóbal Colón, Macor ha logrado plasmar una idea tan audaz como original a través de una búsqueda incansable realizada en cuatro etapas, que atestiguan una depuración progresiva del propósito inicial.

Sobre un pedestal doble formado por una base cuadrática más ancha continuada por un pilar altísimo en forma de paralelepípedo, se yergue, inscrita en un triple anillo de Möbius, un desnudo de hombre que alza los brazos al cielo en signo de Eureka.

El simbolismo traducido por las tres bandas se refiere tanto al origen y a los medios de transportes del Almirante (las carabelas), como a las riquezas minerales de esta Tierra de Gracia, pero la representación naturalista ha sido paulatinamente desplazada por un trazado más geométrico, más abstracto también y de singular belleza.

A la par, la representación histórica deviene alegórica y polivalente, trascendiendo así lo anecdótico para conjurar la recia figura del descubridor en términos absolutos.

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LA EFUSIVIDAD ESCULTÓRICA DE ALDO MACOR (1999)

Perán Erminy
(Crítico de arte venezolano afiliado a la Asociación Internacional de Críticos de Arte –AICA–).

Aldo Macor es un artista que posee un notable dominio de las posibilidades artesanales y técnicas del oficio de la escultura, en el cual trasciende el marco de las concepciones académicas para alcanzar, con un virtuosismo brillante, un lenguaje plástico vivo y vigoroso.

Su trabajo es siempre figurativo y realista; dedicado anteriormente al retrato, después a los temas animalísticos (caballos y, sobre todo, toros), a las figuras humanas y luego, más recientemente, a la realización de algunas obras monumentales, como las de La Paternidad, el Toro y la India Gurí (ya terminadas y fundidas).

Ahora acaba de concluir el proyecto de un gran monumento en homenaje a Cristóbal Colón, que no está concebido como una estatua convencional, representativa del personaje de Colón, sino como una alegoría, más universal, que simboliza el triunfo de la inteligencia humana en la aventura infinita del descubrimiento y de la invención creadora.

Generalmente la imaginación popular supone que una escultura (y más aún una estatua) es algo inmóvil y rígido; y que no hay nada más inmóvil que una estatua. Pero el trabajo de Macor busca la impresión de movimiento. Más que la imitación de las formas naturales parece interesarle el movimiento, exaltado en su agitación barroca. Así logra que la masa volumétrica pierda su pesadez y su dureza para hacerse ligera y ágil.

La línea evolutiva de la producción escultórica de Aldo Macor asciende hacia una mayor libertad. Su obra gana en intensidad expresiva y en calidad estética en la medida en que se desprende de su sujeción al modelo representado (o imaginado) y se hace más autónoma.

Lo que nos atrae en estas obras es lo que tienen de espontaneidad y de impulsividad. Las huellas nerviosas y rápidas del modelado le confieren a las formas una energía vital que las anima.

De este modo la forma orgánica se desorganiza y casi se descompone con los gestos repentinos que la modelan, como si fuese un trabajo abocetado, rompiendo la continuidad de la superficie y variando el juego de las luces y de las sombras; acaso con algo de Rodin y de Rosso, y tal vez también de Degas.

En todo caso la relación con el espacio es activa y dinámica, y con el espectador es rica en estímulos y sensaciones, siempre bajo el predominio de la emotividad. En resumen, se trata de una obra escultórica muy interesante, y de buena calidad.

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